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Nacimiento de Vicente por Mamá

El parto de mi primer hija fue un shock. Las intervenciones en mi cuerpo me dejaron paralizada física y emocionalmente. Me costó mucho tiempo volver a sentir que tomaba decisiones sobre mi maternidad.

Siempre supe que si tenía otrx bebé, habría más acompañamiento, quizás una doula, quizás un parto en casa pensaba en mis momentos más valientes.

Cuando decidimos buscar a Vicente con mi compañero  Seba, esto volvió a hacerse presente. La necesidad de no repetir experiencias frustrantes, de poder vivirlo de otra manera. Con los primeros controles del embarazo el obstetra nos recomendó el PSI. También una amiga me lo mencionó cuando le conté con quién me atendía. Pero yo dudaba, postergaba la decisión.

Tardé en escribirle a Agostina, la coordinadora del programa, que me respondió un mail muy cálido lleno de información que me indicaba que ahí estaban muchas de las cosas que esta vez quería que fueran distintas.

Tardé en charlarlo con mi compañero, daba vueltas.

Tardé en contestarle para confirmarle que sí, que entrábamos en el programa.

En el medio el aislamiento por el covid 19 hizo que esas reuniones semanales donde conoceríamos al equipo que nos acompañaría, en un plan muy humano y cálido de generar vínculos con ellxs, los encuentros se volvieran virtuales y todo se medió a través de la pantalla. Sin embargo, semana a semana con Seba descubriamos nuevas cosas, nos entusiasmabamos, sanabamos la experiencia del parto de Anita hablando de cosas que nunca nos habíamos dicho. Cuando ya faltaba poco para la llegada de Vicente, vimos que eso que parecía tan difícil había sucedido. Nosotros estábamos confiados, nos sentíamos contenidos por el equipo y simplemente esperábamos que llegara el momento de estar los tres juntos de este lado de la piel. Y todo había sucedido a través de una pantalla.

El 27/5, la FPP me desperté a las 7:30 con contracciones, mucho dolor en la parte lumbar como me dijo Adriana la partera. Tengo la sensación de que es hoy, la FPP y día en que tenía monitoreo. Me vuelvo a acostar y duermo un rato más habiéndole avisado a Seba.

El día va pasando, las contracciones vienen cada tanto. Me quedo en la cama. Anita se despierta y me hace masajes en la espalda cuando viene el dolor, atrás, abajo y fuerte. También anota palitos en un papel cada vez que tengo una, idea de Seba.

Alrededor de las 15, hora en que tenía el monitoreo, llega mi mamá que se quedaría con Anita mientras nosotros estuviéramos en IMO. Para ese momento ya todo es más intenso, el dolor, el tiempo que pasa entre una y otra, lo que duran

Disimulo todo lo que puedo el dolor para despedirme de Anita y me cuesta dejarla, me cuesta un montón. La abrazo y le digo que estoy bien, que la vamos a llamar cuando nazca "Guicente".

Llegué a IMO alrededor  de las 18 con contracciones cada 3 min irregulares, cada 2, cada 5. Me encontré con Adriana en el Hall mientras Seba dejaba el auto. No podía ni hablar del dolor. Ahí estaba ella con su palabra calma, trayendole dulzura a la situación. También llegó Agostina y pensé lo distinto que es estar con gente que verlas por una computadora.

Cuando llegó Seba subimos a la habitación, me costó llegar. Entramos y ya estaba todo esperándonos. Los mats en el piso, la tela, el banquito, la pelota. La música elegida, la luz tenue. Quería probar todas las posiciones pero mi cuerpo estaba tomado por el dolor de las contracciones. Adriana me hizo tacto y tenía 8 de dilatación. Ya llegaba Vicente.

Un rato largo sentada en el piso, la espalda apoyada en la pelota, una posición que me aliviaba mucho el dolor cuando venia la contracción pero era claro que así no iba a poder parir. Lo sabía antes de que me lo dijeran. Tenía que dar el salto y poner el cuerpo para que Vicente saliera, no simplemente estar. Tenía miedo.

Otro rato en el banquito colgada de telas, haciendo fuerza sin saber bien cómo, cuándo, qué fuerza. Y me invade ese miedo otra vez. Como con Anita, no poder. No poder hacer fuerza, no poder sacar a Vicente, no poder con la situación. Me siento cansada, entre contracción y contracción me quedo colgada de la tela. Seba está al lado mío abrazándome. Necesito que esté ahí, que no se mueva.

Adriana me dice que me acueste, y yo pienso que si me acuesto me duermo. Cada tanto de fondo escucho las canciones que elegimos para Vicente y me parece raro estar compartiendo eso. Vuelvo a sentarme con la pelota en la espalda, intento acostarme, no quiero, siento que no voy a poder pujar. Finalmente quedo acostada de costado, entre contracción y contracción siento que me apago. Escucho a Seba que pregunta preocupado y le dicen que estoy descansando y eso me tranquiliza a mí también. Él me sostiene la cabeza con las dos manos, como si yo fuera la bebé.

Siento que pasaron mil horas, en la ventana de la habitación veo que es de noche y pienso que deben ser las 2 a.m., que esto no va a terminar nunca. Siento que Vicente me patea arriba y pienso que se está volviendo adentro.

Y ahí viene, el dolor, la presión, la fuerza, los gritos que me nacen no sé de dónde, la necesidad de arquearme y sentir que me abro y que nunca me voy a poder cerrar mientras siento que sale Vicente, que sale de adentro mío. Y que finalmente me lo ponen en el pecho todo rosadito y nos abrazamos los tres con Seba. Sólo pasaron un par de horas, son las 20:18. Y me doy cuenta que pude, que no hubo goteo, anestesia, camilla, maniobras de Kristeller, episiotomía.

Vicente busca mamar y al rato sale la placenta, Seba le corta el cordón y mientras él lo tiene, me pongo en 4 patas y me levanto del piso, como si nada, llena de energías para lo que viene.

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